quinta-feira, 22 de abril de 2010

Oju Odara

La Santeria o Regla de Ocha

Como consecuencia de la trata esclavista prolongada por varios siglos en América durante la etapa colonial, se introdujeron en Cuba diversas manifestaciones religiosas, de acuerdo con los diferentes pueblos que llegaron desde Africa con el traslado de hombres.

Las religiones africanas originales fueron modificándose en las condiciones cubanas al estar sus portadores desarraigados de sus medios naturales, sometidos a una trasculturación y a una interrelación étnica, y al variar las referencias de sus mitos y objetos de culto.

Con los rigores de la esclavitud se dieron preferencia a los ritos de protección y adivinación, con lo que se redujo la importancia de otros como los de fertilidad. De este modo, se conformaron varias expresiones religiosas cubanas de origen africano.

Derivada de la cultura yoruba, se genero la llamada Regla de Ocha, popularmente conocida como Santería, que tiene como centro de culto a un conjunto de Orishas o dioses con diferentes mitos y atributos. Entre los más importantes están: Olofin, Olorun y Oloddumare, deidades creadoras.

Los dirigentes de la Santería son los santeros (Babalochas) y santeras (Iyalochas), conjuntamente con otras jerarquías y funciones secundarias. La forma más sistematizada y compleja de esta expresión está en el culto a Ifá, (representado por Orula, deidad cuyo atributo principal es la adivinación), sostenido por las máximas autoridades sacerdotales: los Babalawos.

Cuando se emplea el termino Santería no se hace referencia al culto a los santos de la Iglesia Católica, sino a las creencias de que eran portadores los diferentes grupos étnicos de la cultura africana yoruba.

Origen de la Santería

La Santería o Regla de Ocha se conformó, con rasgos diferenciables, en las provincias occidentales de Cuba desde fines del siglo XIX, y desde la década del 30 del presente siglo, aproximadamente, se extendió por la región oriental de la isla.

En este credo se rinde culto a los Orishas y a los antepasados, cuyas funciones principales son las de proteger a sus devotos y orientar sus vidas. Para tomar decisiones o mantener determinada conducta, los creyentes se valen de la interpretación de los diversos paradigmas conceptuales recogidos en mitos, leyendas (Patakies), proverbios y sentencias que acompañan a cada deidad.

La relación espiritu-fetiche-magia ocupa un lugar destacado en esta expresión religiosa. Los “otanes” (piedras) son objetos que simbolizan el poder sobrenatural del orisha al que se le rinde culto.

Además, la atención a los espíritus, antepasados, la naturaleza, el sol y la luna son aspectos que no pueden ser descuidados en el desarrollo del culto, en el que se emplea un lenguaje esotérico y la magia para establecer la comunicación entre las entidades y los creyentes.

Las ceremonias son variadas y cumplen determinados propósitos: iniciación, limpiezas (ebbos), adivinación (oráculos) y fúnebres (ituto). Mediante éstas se exteriorizan las concepciones, ideas y representaciones religiosas de los adeptos, quienes las realizan en grupos o individualmente, de acuerdo al caso.

Con el culto, el creyente refuerza su vinculo con lo sobrenatural, al tratar de lograr la armonía entre las fuerzas del bien y del mal buscando conquistar la voluntad del objeto de devoción con fines espirituales y materiales.

El Babalawo es el más alto representante de la jerarquía. Rinde culto al orisha Orula (dueño de la adivinación) y es conocido como Sacerdote de Ifá.

Le siguen en orden descendente otros iniciados que cumplen funciones especificas dentro del ritual, entre ellos los Babalochas e Iyalochas, encargados de efectuar las ceremonias de consagración y de "apadrinar" a los nuevos adeptos.

Los Oriaté son los sabios y especialistas en la lectura e interpretación del Oráculo del Diloggun (caracol) y se encargan de averiguar los preceptos (Itá) a que se verá sometido el creyente durante su existencia posterior a la iniciación. También actúan como "Obas" (reyes, pero entendido como maestro de ceremonia) en las consagraciones.

Otra figura relevante es la (o el) Oyubbona o “segundo padrino”, que acompaña y guía al neófito en todas sus acciones durante los siete días que dura "hacer el santo" y puede orientarlo durante el resto de su vida religiosa.

Los creyentes se encuentran organizados en grupos independientes que comienzan en la base por la familia religiosa (padrino-ahijados) continúa en la casa religiosa (integrada por varias familias) y llega hasta la rama, un tronco independiente que puede o no tener contacto e intercambio con otros.

El grupo en cada una de sus jerarquías se reúne alrededor de una persona como centro o guía religioso, llamado Padrino o Madrina. Alrededor de esta persona se establecen nexos específicos de dependencia y cooperación de forma directa e indirecta, al estilo de una familia que viene a recibir el nombre de Casa de Santo.

La Santería carece de templos como las iglesias católicas o protestantes. Sus practicas religiosas se realizan en las “casas-templos”, locales generalmente compartidos con la vivienda de los dirigentes del culto y en los que se conservan los objetos del ritual y las representaciones religiosas que son objeto de veneración.

La trascendencia de la Santería no radica sólo en la cantidad de sus seguidores (cifra que, además, es desconocida) sino por su aporte de símbolos, ideas, mitos, leyendas y procedimientos a la idiosincrasia y la cultura.

En el culto se advierten también características tales como el carácter utilitario de los rituales, la utilización de objetos y sustancias, la manipulación de lo sobrenatural, las formas de comunicación dialogada con las entidades y la vinculación de lo festivo con lo religioso.

ORISHAS

Más de cuatrocientas deidades se ubican a la derecha de Olofin -el supremo hacedor del Universo- y constituyen la representación de los mejores principios morales y afectivos. Otras doscientas entidades, francamente malignas y negativas, se encuentran a la izquierda del Pater Universalis yoruba.

Entre los más conocidos, identificados con las fuerzas naturales elementales o fenómenos de la vida, se encuentran:

Eleggua:

Orisha de los caminos y del destino de los hombres, es el primero de los cuatro guerreros (Eleggua, Oggun, Ochosi y Osun) y el primero entre todos, pues Olofin le dio esa potestad. Protege el hogar y es la personificación del azar. Forma pareja con Eshu, el que está presente en todas las desgracias. Ambos se complementan, ya que no puede haber seguridad sin peligro, sosiego sin inquietud.

Eleggua se desdobla en cientos de avatares que constituyen otras tantas expresiones o circunstancias de la existencia universal. Eleggua lleva collar rojo y negro, lo mismo que sus atuendos, consistentes en chaquetilla, pantalón y sombrero. En la mano empuña el garabato, una especie de gancho de tronco de guayaba de dos o tres pies de largo, vestigio del atributo que lo distinguiera como deidad fálica en los albores de la cultura yoruba.

Oggun:

Uno de los más antiguos del panteón yoruba. Dios de los minerales y las herramientas. Patrón de los herreros y herrero él mismo, domina también los secretos del monte y sabe utilizarlos en encantamientos. De gran fortaleza física, personifica al guerrero por excelencia y al hombre irascible y violento. Sus hijos son los ideales para el sacrificio de los animales (Achogunes), pues Oggun es el dueño del kuanagdo (cuchillo ritual).

Se viste de mariwo (sayo de hojas de palma) y con una cinta en la cabeza. Empuña un machete, con el que corta la maleza por donde transita. Sus collares son de cuentas verdes y negras, y en ocasiones se suman las moradas.

Obatalá:

Deidad de la pureza y por ello dueño de todo lo blanco y de la plata. Creador de la tierra, culminó la obra de Olofin al terminar de formar la cabeza de los hombres, por lo que gobierna sobre los pensamientos y los sueños.

Es misericordioso y amante de la paz y la armonía. Todos los demás orishas lo respetan y lo buscan como abogado, pues la misión a él encomendada por Olofin fue la de hacer el bien.

Obatalá viste de blanco y su collar es del mismo color. Sólo Ayáguna, un Obatalá joven, lleva una cinta roja diagonal en el pecho, símbolo de cuando fue guerrero y limpió su espada para repugnar y abandonar la violencia.

Yemayá:

Madre de la vida, es dueña de las aguas y representa al mar en las costas. (En las profundidades, el océano, recibe el nombre de Olokun) fuente fundamental de la vida en el planeta. Considerada madre de casi todos los orishas, sus castigos son duros y su cólera terrible, aunque actúa con justicia. Su vestido señorial es de un azul intenso, igual que las cuentas de su collar, que se alternan con otras transparentes.

Oshún:

Diosa del amor, de la feminidad y del río, con el que simboliza la purificación. Símbolo de la coquetería, la gracia y la sensualidad femeninas. Acompaña a Yemayá y fue la que trajo a los hombres el caracol (el primero que habló) para que los orientara por medio del oráculo y lo utilizaran como moneda. Por eso se dice que con ella viene la riqueza.

Fiestera y alegre, viste un lujoso atuendo amarillo, con seis pulseras doradas. Su collar es también de cuentas amarillas y ámbar.

Chango:

Orisha del fuego, del rayo y del trueno, de la guerra, del baile, la música y la belleza viril. Representa el mayor numero de virtudes e imperfecciones humanas: trabajador, valiente, buen amigo, pero también mentiroso, mujeriego, pendenciero, jactancioso y jugador.

Gracias a un recurso secreto que le preparo Ozain, el dios de la vegetación, podía despedir lenguaradas de fuego por la boca, con lo que vencía a sus enemigos. De él se cuentan tantas historias que podrían llenar un grueso tomo de atractivas anécdotas.

Changó usa camiseta holgada y pantalón hasta las pantorrillas, todo blanco con ribetes y adornos de color rojo intenso y en su collar se alternan ambos colores. Empuña siempre un hacha doble, de madera.

Oya:

Diosa de las centellas, los temporales y los vientos. Violenta e impetuosa, ama la guerra y acompaña a Chango en sus batallas. Es también la dueña del cementerio, en cuya puerta vive, cerca de Oba y Yewá, las otras “muerteras”.

La distingue el colorido de su saya, de nueve colores menos el negro, y el iruke (especie de escobilla elaborada con crin de caballo) que blande en su mano derecha. El collar es de cuentas marrones con listas blancas y otra negra más fina en el centro de éstas.

Orula:

Orisha de la adivinación y de la sabiduría. Rige el culto de Ifá y es quien permite a éste comunicarse con los humanos mediante los Babalawos -los sacerdotes de la Ocha, que pueden ser sólo hombres y sin indefiniciones sexuales-, quienes se apoyan en el Tratado de Oddun o Libro Sagrado.

Como dueño de la sabiduría, tiene la posibilidad de influir sobre el destino, incluso el más adverso. También es considerado como gran médico y cuenta para ello con el auxilio de Ozain, el dios de la vegetación y, por ende, de todos los remedios.

Sus seguidores se distinguen por llevar una manilla de cuentas verdes y amarillas.

Otros orishas venerados o que "se reciben" son Babalú Ayé, Aggayú, Oddua, los Ibeyis, Inle, Orichaoko, Oggue y Dadá, entre otros.

En Ocha, la ortodoxia (y lo que el razonamiento podría aceptar como más apropiado dentro de la lógica del pensamiento religioso) establece siete días para completar el "segundo nacimiento", que es, conceptual y espiritualmente, como se considera al rito de "hacer santo", o sea, entregar al iniciado determinados poderes o funciones o "asentarle el santo" del cual es hijo.

En uno de los días de la iniciación, al individuo en proceso de consagración "se le lee el Itá", un complejo ritual oracular que dejará establecidas las normas y preceptos que deberá observar en su comportamiento social y religioso futuro.

Al termino de los ritos, absolutamente reservados, comienza la etapa de "yaworaje", que dura un año. El iyawó es distinguible con facilidad: viste completamente de blanco y lleva también una cobertura blanca (boina en el caso de los hombres y turbante en el de la mujer) sobre la cabeza rapada.

Del cuello penden innumerables collares de cuentas, representativos de los principales orishas o santos del panteón, y en la muñeca lleva la manilla del santo "asentado", o guardián, o de cabecera. Por esta última puede saberse cuál fue el orisha que se “asentó".

Después del año de iyaworaje, el iniciado podrá participar en todas las actividades culturales y realizar cualquiera de los ritos de la fe, excepto las prohibidas en su Itá.

EBBOS

Los ebbos o limpiezas rituales son las practicas propiciatorias más comunes de las religiones afrocubanas. Tienen innumerables formas y procedimientos, en correspondencia con sus objetivos. Los hay para reforzar o mejorar la salud física o espiritual, obtener una promoción social o económica, eludir el brazo de la justicia, evitar un desenlace funesto en las relaciones amorosas o interpersonales e incluso conseguir el auxilio de los dioses en el desenvolvimiento feliz de cualquier acontecimiento. Así, hasta alcanzar a cualquier hecho de la vida que tenga una significación importante para el practicante o los que acuden a los servicios del Babalawo o Santero.

Los elementos que se utilizan son igualmente variables en dependencia del asunto que se quiera resolver y tan disimiles como la naturaleza y los resultados del trabajo del hombre puedan aportar.

De acuerdo al fin que se desea obtener, se emplean semillas, plantas, raíces, agua, aves, animales domésticos o salvajes, velas, frutas, tejidos, miel de abejas, comidas de variada elaboración, billetes y monedas, implementos mecánicos, etc.

El procedimiento es también variado: desde pasar el objeto o animal por el cuerpo de la persona, al tiempo que se reza o se canta para propiciar las vibraciones positivas del individuo o alejar las influencias nefastas; o la ofrenda de los alimentos preferidos por determinados orishas o la sangre de los animales que le están consagrados, los cuales, si es aconsejado por el oráculo, comerán después bajo determinadas y exquisitas recetas los adeptos o neófitos reunidos. Este ritual también se realiza como acción de gracias cuando ha sido concedida satisfactoriamente una solicitud.

Los sacrificios humanos fueron prácticas desterradas del culto aun desde la época en que todavía no había salido de Africa.

BABALAWO

En yoruba significa "padre del saber o de la adivinación". Deriva de “Babá” (padre) y Awó (adivinación).

Constituye la más alta jerarquía dentro de la Ocha, pues son los depositarios del conocimiento encerrado en el Libro Sagrado de Ifá, el más complejo oráculo de que se tenga conocimiento.

El Babalawo es el encargado de entregar los orishas guerreros, primer paso en la consagración dentro de la Santería.

Este sacerdocio impone determinada conducta social y personal, pero lo que más lo distingue es el estudio constante de la naturaleza y el Universo, y sobre todo del Libro Sagrado o Tratado de Oddun, una extensa obra en la que predominan el simbolismo y un intrincado lenguaje esotérico, lo que a menudo vuelve difícil e intrincada su interpretación. De ahí la obligación del Olúo (sabio, como también se le llama al Babalawo) de estudiar a Ifá.

Al Awó acuden los creyentes para resolver todo tipo de problemas (personales, de salud, espirituales, económicos, matrimoniales) pues en Ifá están reflejadas todas las situaciones de la vida y su solución. Una teoría de los adeptos afirma: "ya todo sucedió en el mundo una vez, y fue recogido en el Libro Sagrado. Ahora solo falta la materia o la acción que llene de nuevo, por un instante, el espacio que habitamos".

Al sacerdocio de Ifá se puede llegar después de hacer Ocha o directamente, si así lo dispone el oráculo, y la consagración dura siete días también, aunque con características bien diferentes en los rituales al comparárselos con los del asentamiento del santo o “Kariosha”.

El Babalawo es el único encargado de averiguar al futuro iniciado en Santería el santo que deberá ir a su cabeza, consulta oracular que realiza mediante el ritual conocido como "bajar a Orula", utilizando el fundamento del orisha y no el Opkuele, instrumento que emplea normalmente en los oráculos ordinarios. Esta investigación requiere de gran rigor, pues a la cabeza del nuevo iniciado no debe ir otro santo que no sea el que le corresponde como padre o Alaleyó (angel de la guarda), lo que de producirse ocasionaría serias dificultades en las ceremonias iniciáticas y en la vida religiosa y personal futura del adepto.

La razón de porqué es el Babalawo quien determina el “angel de la guarda”, es tan sencilla como lógica y práctica: el sacerdote de Ifá no es quien lleva a cabo la ceremonia de Kariosha o “coronación de santo”, por lo cual no tiene ningún tipo de inclinación o interés hacia un Orisha en específico; como sí lo pudieran tener algunos santeros inescrupulosos que, a sabiendas de que no pueden coronar ciertos santos (un hijo de Changó no puede coronar a Oshún, por ejemplo), sin embargo se aprovechan de los neófitos para imponerles un santo que no les corresponde, sólo por el beneficio material que esto le puede traer al desconsiderado “padrino”.

BABALOCHAS E IYALOCHAS

Son los padres (Babá en yoruba) y madres (Iyá) de santo (Osha) y constituyen el eje alrededor del cual gira el universo de la Santería.

Después de cierto numero de anos de iniciación y de haber obtenido la "licencia" y el ashé (gracia, don) de los orishas, el consagrado puede a su vez apadrinar a otros que por voluntad o por indicación de los oráculos deben "hacer santo", a los cuales guiará y aconsejara en las prácticas religiosas y en su vida personal y social.

Convertidos en "padrino" o "madrina" de santo, el Babalocha o Iyalocha preparara en su casa un altar donde vivirá durante siete días con sus noches el "ahijado", que nacerá a una nueva vida en un ritual de iniciación cuyas principales ceremonias son secretas.

En la semana, el padrino recibirá para las diferentes operaciones el auxilio de otras personas con determinada jerarquía dentro de la religión, como el Oriaté, para la lectura del Itá y la conducción de las ceremonias, y el Oyubbona, quien orienta y auxilia al iniciado en sus acciones.

Los Babalochas e Iyalochas pueden llegar a tener varios centenares de ahijados y algunos incluso llegan hasta reunir a mas de mil, pero no todos sus ahijados son necesariamente iniciados en el santo. Los hay aleyos (sólo se "registran" para solucionar sus problemas), ahijados de collar (reciben collares únicamente), de rogación (realizan el ebbo conocido con este nombre sobre la cabeza o cualquier otra parte del cuerpo con el fin de evitar funestas consecuencias), etc.

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